Letras por Antoñita Muñoz López


                                  

Seguimos recibiendo libros editados por nuestra compañera en el Centro y del grupo de Guitarra, Antoñita Muñoz López, cuya portada insertamos en este blog con mucha satisfacción y para desearle muchos éxitos.

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Otros trabajos:



Cuento



El perro Sari y sus
pequeños amos


Por Antonia Muñoz López




PRÓLOGO

En este instante, mi mente está inquieta. Pienso por un momento, en mi escuela; mis niños de clase, que tanto he querido siempre. Mi corazón unido a mis ideas y el cariño que siempre sentí por mis alumnos, me ayuda a crear este cuento inédito. Pienso en un pobre perro que, sus dueños abandonan, pero que luego, unido al sentimiento de amos hacia él, hacen lo imposible por rescatarlo.Finalmente lo encuentran, rescatan y entra de nuevo la felicidad en aquella pobre familia.Sari, fue el protagonista de este triunfo en la familia. Todo se consigue como demuestra este cuento, que la verdad y la justicia, si recorren juntos sus verdaderos pasos, triunfa siempre.



CAPÍTULO I

En una pequeña aldea llamada Geridú, vivía un matrimonio, sus cinco hijos y un perro.
Eran tan pobres que, apenas tenían dinero para alimentar a sus chicos... y aún al perro cuando sobraba algo.
Sus padres, desde muy pequeños, les habían enseñada a amar todo lo creado y a tenerles gran respeto y cariño a su familia y, como no, a Sari el perro, que formaba parte de la misma.
El matrimonio, llamados de nombres Nicolasa y Luis, trabajaban duramente para salir adelante; no menos hacían los cinco chicos: Celedonio, Nicolás, Adrián, María y Luisito. María era la benjamina.
Al rayar el Sol, marchaban todos al campo, acompañados de su padre que encabezaba las filas del trabajo. cada día se dirigían al monte, a guardar una piara de cerdos que alimentaban con bellotas, sirviendo éstas a su vez de alimento a los chicos.
Estos niños, eran el ejemplo del barrio. Nunca daban un disgusto a sus padres, siempre alegres y cariñosos pasaban el día en la montaña.
Al oscurecer regresaban a casa, donde mamá, contenta, les esperaba preparándoles un caldito caliente para reconfortar aquellos tiernos estómagos, maleados de todo el día por el cansancio y el trabajo cotidiano. Aún así, aunque sus vidas eran calamitosas, se sentían muy felices.
Contaban también con el cariño de su perro, alegre y juguetón, que unas veces quedaba en casa y otras acompañaba a sus jóvenes a la montaña para ayudarles a guardar la piara de cerdos.
Un día que los niños marcharon solos al campo porque papá iría después, no apareció Luis a lo largo de toda la jornada. Pensaban sus chicos, que papá, estaría enfermo y por eso no llegó al monte.
Los chicos estuvieron tristes; Sari el perro también quedó en casa aquel día. Mientras tanto, Luis y Nicolasa, decidieron de común acuerdo algo: que el perro cambiara de amos y casa.



CAPÍTULO II

Pensando que aquel día no estaban los chicos, decidieron deshacerse de su perro. De todas formas, apenas tenían dinero para sacar adelante a sus cinco hijos y el matrimonio. Sari estaba de más en aquella casa. El cariño de los padres hacia Sari también era intenso pero..., el perro, apenas sobraba algo de comida podía saciar su hambre. Las sobras eran tan escasas que el pobre Sari comía un día sí y otro no.
Luisito, el pequeño, se quedaba algunas veces sin su ración. Cuando sus padres y hermanos no lo veían, le daba su comida; por eso Sari era al que más quería de todos los chicos.
Al ocaso del sol, los niños abandonaron el trabajo. Encerraron sus cerdos en el corral y rápidamente se dirigieron a saludar a sus padres y a buscar a Sari.
Al ver llegar a sus chicos, los padres entristecieron. Sus caras estaban pálidas y sus corazones afligidos de pensar en la noticia que iban a dar a sus hijos.
¿Sabéis qué sucedió?, algo inesperado. Mamá y papá habían dado el perro a un mendigo que había pasado por allí por la mañana temprano.
¿Dónde está Sari, preguntaron los chicos a sus padres. Como no mentían jamás, los padres contaron lo sucedido a sus hijos.
¡Oh!, qué soledad! abrazó sus corazones. ¡Qué tristeza!, ¿dónde podría estar Sari después de tantas horas de camino?.
Nadie probó la comida en la casa aquella noche. Todos habían perdido el apetito de repente. La melancolía se había marcado en aquellos bondadosos corazones.
¿Habría posibilidad de encontrarlo?, se preguntaban.
Todo era inútil, la ilusión que cada mañana sembraba el corazón de la familia quedó truncada. ¿Qué sería de Sari?.



CAPÍTULO III

Así pasaron la noche, casi sin conciliar el sueño. Igual padres que hijos se sintieron muy desdichados por la desaparición de su querido perrito.
Pasaron los días sin ganas de trabajar ni comer, hasta que un día, Luisito, el menor, reunió al resto de sus hermanos. Hablaron y hablaron de lo que debían hacer para encontrarlo, decidiendo escapar de casa.
A la mañana siguiente, siguiendo con un plan, se levantaron muy temprano. Tomaron sus abrigos y un poco de pan y salieron en silencio de casa para no ser oídos por sus padres. Despacito se fueron alejando de la casa mientras comentaban no regresar a ella hasta encontrar a su perrito Sari.
Andaron tanto que no hubieran sabido volver a casa aunque lo hubiesen intentado.
Llegó la noche sin tener noticias de su perro. Seguían caminando sin rumbo y no sabían qué hacer.
Sus padres, al darse cuenta de la falta de sus hijos, empezaron a llorar amargamente, y los buscaron por todas partes sin encontrar rastro alguno.
Éstos, mientras tanto, seguían felices aunque con frío por la llegada de la noche, pero con la mente clara sin llegar a nublar sus alegres pensamientos de encontrar a Sari.
A lo lejos divisaron al mendigo con su perro atado. Corrieron tras él pero fue inútil. Un camión hizo parada al lado de la carretera montando al mendigo y al perro. Los chicos corrían y corrían tras el camión, pero todo fue inútil. Pronto perdieron de vista al mendigo, acompañado en todo momento por Sari.
Ya estaban desanimados, pensaban que habían perdido a su perro para siempre, aunque, en el fondo, conservaban un pequeño atisbo de ilusión.
Decidieron pararse adormir en el hueco de un puente, pero la noche era muy fría y el viento soplaba fuertemente, por lo que optaron por seguir adelante. Tras varias horas de camino, divisaron una casa en un lugar diseminado de una población y decidieron llegar hasta allí para pedir comidas y abrigarse en aquel lugar.
¡Oh!, qué vieron. Junto a la puerta de la vivienda estaba parado el camión que había subido horas antes a Sari y al mendigo.








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